viernes, 2 de noviembre de 2012

Fantasmas.



Como la noche en la que vienen los Reyes Magos a colmarte de regalos, así estaba yo, llena de ilusión, expectante, fingiendo que en verdad no es para tanto y que he madurado lo suficiente como para dejar de creer en esas tonterías, pero más feliz que cualquier niño en una tienda de chuches.

Queriendo que las horas pasaran rápido, que saliera el sol para poder saltar de la cama y abrazarte, como un imán se pega a un trozo de hierro. Impaciente e insegura.
Con un cosquilleo estúpido que se almacenaba en mi tripa y no me dejaba dormir, mientras me imaginaba contigo, al día siguiente.

Cada una de las noches anteriores a verte eran iguales, llenas de nervios y sensaciones extrañas, que por una cosa u otra nunca he dejado de querer que no se vuelvan a repetir.

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