Esa
facilidad con la que todo se va a la mierda, con la que los “Te quieros” que os
disteis no valen nada, ni siquiera los besos y abrazos que te hacían temblar.
Levantarse
un día y ver que todo es diferente, que algo ha cambiado y que tú eres la única
que no se había dado cuenta, lo que en un principio bastaba ahora no es suficiente
y lo que era demasiado se ha convertido en algo esencial.
El final
que parecía estar tan lejos, dentro de unos meses o incluso años, llega, sin avisa,
te pilla desorientada, como una tormenta en Agosto.
No sabes
como reaccionar, ni que decir, ni a que aferrarte para levantarte mañana, luchas,
pero ya es una causa perdida.
La ingenuidad
que te ha caracterizado siempre se ha quebrantado y poco a poco notas como él está
matando a la niña que tienes dentro.
Las
lagrimas no te dejan ver, las horas que ha su lado parecían segundos, entre esas
cuatros paredes han pasado a ser siglos.
Los
días van pasando y cada vez te duele más, un día nuevo requiere la fuerza sin que
él te dejó, el coraje y el valor que perdiste luchando porque no desapareciera,
requiere poner buena cara para seguir recibiendo hostias.
Te planteas
desaparecer tú también, para siempre, pero para eso también se necesitan fuerzas
y él se quedó con todas ellas.
Por: @Marimagdalenas_
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