sábado, 4 de agosto de 2012

Cásate conmigo.

- ¿Y qué quieres que haga si no me caen bien?
- Cariño... son importantes para mí...

Aquella alcoba era un búnker de gritos enlatados. Él era un solitario, obsesionado con su mujer, sólo quería a su mujer, se olvido de todo lo demás, que existía, que vivían personas a su alrededor... los humanos eran objetos para alcanzar sus fines y los de ella. Ella no podía estar siempre con él, era aburrido y no vivía solo para él, aunque éste no lo entendiese ella tenía una vida más alocada. Cómo se nota que se conocieron en internet. Tan diferentes...

- A ver, que no me apetece nada salir.
- Pero, nos están esperando Dylan.
- Ve tú, no te lo impido.
- Eres mi novio, y... ¿me vas a dejar sola?
- Nunca estarás sola, estarás con todos esos babosos que solo piensan en follarte.

Dignamente, se dio la vuelta, se vistió y se encerró en el baño. No salió de allí hasta dos horas después, su móvil estaba en el segundo cajón de la mesita de noche y sonaba cada diez minutos. Ni Dylan ni Amy estaban dispuestos a dar su brazo a torcer, aunque los dos pensaran que querían hacerlo.

- Amy...
- Dime.- fue una de las contestaciones más bordes de la relación.
- Lo siento...

Como si se tratase de un milagro... Dylan pidiendo perdón. No era mala persona pero era orgulloso, nunca reconocía sus fallos ni sus defectos, pero tampoco sus virtudes, no era humilde, era un hombre informatizado. Amy sabía que tenía que aprovechar la situación.

- ¿Lo sientes?
- Sí, lo siento... sal del baño por favor...
- Vale.

Con una sonrisa salió Amy del cuarto de baño y acto seguido entró Dylan, a hacer de vientre. Amy estupefacta, no sabe por qué pero tiene unas ganas de estrangularle que no pueden ser normales en una persona enamorada.

- Eres un hijo de puta Dylan.
- ¿Por qué? ¿Qué he hecho?
- Me has hecho salir del baño para cagar, ¿te parece bien?
- No lo he hecho por eso.
- ¿Entonces por qué? ¿Eh?

Se abre la puerta del baño, una de las losetas del baño está tirada en el suelo, y donde debería estar había un hueco donde Dylan guardaba todos los recuerdos con Amy, y de ella, saca una cajita, azul de terciopelo.

- Ábrelo Amy...

Sorprendida, abre la cajita en la que dentro había un anillo de compromiso...

- Amy, ¿quieres casarte conmigo?
- Te quiero Dylan.

El beso del sí, oh... ¿qué os voy a decir del beso del sí? los nervios de un sí que no se dice pero se intuye... son los mejores que una persona pueda tener en la vida.

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