Si
ríes cuando quieres reír, si saltas y corres cuando te apetece, si lloras
cuando lo necesitas, si dices lo que sientes y no te guardas nada, si lo das
todo cuando estás a su lado.
Si
eres capaz de alegrarle el día a cualquiera, si no entiendes de rendiciones, si
luchas hasta el último aliento, si estás enamorada, si eres optimista, si haces
lo que te gusta, si eres capaz de
perdonar y olvidar.
Si
te da igual cuando y donde, si crees en
el amor y en que vale la pena, entonces te llaman niña, infantil e ilusa.
Te
dicen que hay que pensar con la cabeza, que hay cosas que aunque se quieran
nunca van a poder ser, que aunque duela hay que resignarse, que hay amores
imposibles y que no todo es lo que
parece.
Te
dicen que tienes que crecer, ser responsable, preocuparte por lo verdaderamente
importante, ser formal, llegar siempre a la hora, que estudies, que no fume ni
bebas, coño que dejes de chillar en medio de la calle.
Te
dicen que ya tienes 16 años, que ya no
eres un cría y es hora de madurar, te dicen que es todo por tu bien.
Y
tú desorientada piensas: “¿Y cuando toca ser feliz? ¿Cuándo toca soñar? ¿Cuándo
toca enamorarse?”
Luchar
por lo que se quiere requiere más madurez, más fuerza y más lágrimas que no vivir
experiencias por el miedo a sufrir, a que no sea lo adecuado o que termine mal.
¿Acaso
sabes si algo funciona cuando ni siquiera
has puesto empeño en arreglarlo? ¿Acaso la seriedad y la compostura te van a regalar
mejores momentos que gritar en medio de un parque? ¿Acaso el no estar con la persona
que quieres por miedo a sufrir te va a hacer olvidarla? No.
Requiere
más madurez luchar por lo que se anhela, echarle un par de huevos, olvidarse de
rencores, tragarse el orgullo, volver el tiempo atrás, y volver a sonreír.
Darse por
vencido, es demasiado fácil. Por: @Marimagdalenas_
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