No teníamos tiempo de pararnos a
pensar, estábamos tu y yo, juntos, dispuestos a comernos el mundo en un tercer
asalto.
Algo cansados,
pero con la esperanza de recobrar fuerzas entre golpe y golpe. Golpes que no
dejaban sangre, solo tu saliva dentro de mí, el sabor perfecto para las ganas
de comerte.
Ese asalto se convirtió
en una guerra, tiramos los guantes y nos fuimos directamente al cuello, a
querernos matar no dejando que ni siquiera el aire cupiera entre nosotros dos.
Llego un momento
en el que no se sabía si era por necesidad o por vicio, pero la paz siempre
llegaba de la mano por las calles, o revolcándonos en el césped de cualquier
parque. A la vista de todos, pero en nuestro propio mundo.
Bonito, sí, sí.
ResponderEliminar-Ismael
GRACIAS,BONITO :3
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