sábado, 20 de octubre de 2012

TERCER ASALTO.


No teníamos tiempo de pararnos a pensar, estábamos tu y yo, juntos, dispuestos a comernos el mundo en un tercer asalto.

Algo cansados, pero con la esperanza de recobrar fuerzas entre golpe y golpe. Golpes que no dejaban sangre, solo tu saliva dentro de mí, el sabor perfecto para las ganas de comerte.

Ese asalto se convirtió en una guerra, tiramos los guantes y nos fuimos directamente al cuello, a querernos matar no dejando que ni siquiera el aire cupiera entre nosotros dos.

Llego un momento en el que no se sabía si era por necesidad o por vicio, pero la paz siempre llegaba de la mano por las calles, o revolcándonos en el césped de cualquier parque. A la vista de todos, pero en nuestro propio mundo. 

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